lunes, 7 de julio de 2008

Constitución opina

Buenos Aires, 30 de junio de 2008
Carta abierta a los cristianos y cristianas en opción por los pobres
En los escenarios de crisis, a los cristianos y a las cristianas comprometidos con la construcción del Reino de Dios – que se traduce en justicia, dignidad y vida en abundancia para todas y todos, se nos exige, fundamentalmente, que tengamos discernimiento.
Dicha tarea no es completa si la realizamos detrás del altar, bajo las cúpulas de los templos o desde un escritorio. Hay que salir a la calle, acompañar a los que más sufren, escucharlos y compartir su dolor. Es sólo desde esta praxis, donde la huella del rostro sufriente del otro – nuestro prójimo – se vuelve a imprimir con más fuerza en nuestras subjetividades, hasta el límite de nuestras angustias, que la realidad se clarea más que nunca y las “señales de los tiempos” se nos revelan.
Hace más de 100 días la Argentina se ve absolutamente movilizada por la más importante crisis política después del 2001. Cacerolazos, cortes de ruta, desperdicio de alimentos, puesta en marcha del aparato represivo del Estado, enfrentamientos violentos entre manifestantes en las calles, creciente polarización de los actores políticos, son algunos de los factores más evidentes del escenario. La suba de precio de los alimentos, el desabastecimiento de comida y combustible en muchas regiones del país, la acentuada pérdida de legitimidad del Gobierno Nacional debido a su ineptitud para articular una solución dialogada al conflicto, se suman entre las principales consecuencias de la crisis hasta el momento.
El gobierno apostó ciegamente en la tradicional y rígida forma de ejercer el poder político, abusando de la autoridad que le confiere la carta constituyente, menospreciando las consignas de los actores sociales en pugna, y tratando de callar las manifestaciones de distintos sectores de la sociedad, echando mano de su poderoso aparato clientelar, con el cual moviliza las organizaciones sociales bajo su influencia para que se les haga el “aguante”. Sin embargo, ese modelo rígido se ha vuelto insostenible, y la salida encontrada por el gobierno fue transferir al Congreso Nacional la responsabilidad de darle solución al tema que hizo explotar la crisis: las retenciones móviles a las exportaciones de granos.
Por otro lado, a los intereses que representan los dirigentes agrarios se le sumaron muchos otros de distintos sectores de la sociedad, que ven en la debilitación del kirschnerismo una excelente oportunidad para ganar terreno en el juego del poder. Basta con analizar el papel que han cumplido los principales medios de comunicación en este contexto de crisis. Sabemos que los medios nunca fueron y jamás van a ser un actor neutral en la sociedad, y mucho menos en un escenario de crisis. Particularmente en el que nos toca vivir, los medios contribuyeron decididamente con la agudización del conflicto, a través de su relato dicotómico, en el cual dos actores superpoderosos han co-protagonizado la construcción mediática de la realidad nacional durante los últimos tres meses. Todas las demás cosas que pasan en la Argentina, pero no encajan en el guión de la crisis, quedan cubiertas por el “humo”, y apenas si las podemos vislumbrar desde esta óptica mediática...
Pero no todo es desgracia en una crisis. Los cristianos y las cristianas, llamadas a esperar contra toda desesperanza, podemos encontrar razones para fundamentar nuestros ánimos más allá de la inquebrantable confianza en la Providencia. Hay que considerar que la polarización política propia de las coyunturas de crisis trae consigo, entre otras, al menos dos consecuencias que pueden resultar muy positivas: la primera es que muchos datos de la realidad que antes no se divulgaban quedan al descubierto, y empiezan a cobrar importancia ante la opinión pública. Como en las peleas de pareja, en las que todos los vecinos se enteran de los problemas privados por los gritos que se pegan, así pasa en la política. El silencio cómplice pierde su valor estratégico y los actores involucrados en la disputa ya no tienen cómo ocultar sus verdaderos intereses. Y así se configura la segunda consecuencia positiva de una situación de crisis: se rompen las máscaras y sabemos quién es quién.
Es decir, si no fuera por la crisis, ¿llegaría al conocimiento público con tanto detalle la injerencia del gobierno en el INDEC y la manipulación de sus datos? ¿Divulgarían los medios las altas tasas de trabajo en negro en el campo, que representan la explotación a la que los peones rurales están sometidos? ¿Se haría pública la grabación del año 2002, en la que el ex presidente, entonces candidato, condenaba las retenciones a la exportación de granos, considerándolas como “políticas equivocadas” que sirven para “alimentar la burocracia estatal”, mientras ahora las defiende incondicionalmente? ¿Estaría informada la población de las ganancias extraordinarias que han tenido los pools de soja en los últimos años en el país, y de las consecuencias nefastas asociadas a ese sistema de producción agraria? ¿Nos enteraríamos que el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, uno de los principales voceros del oficialismo en sus ataques contra “el campo” e implacable crítico de los pools de siembra, ha sido uno de los pioneros en fomentar la instalación de ese tipo de organización empresarial en el país?
Algunas de esas noticias jamás hubieran sido publicadas en otro contexto; otras quedarían bajo el “humo”, es decir, aparecerían vagamente en uno u otro medio y pronto se disiparían, desapareciendo del relato político-mediático nacional.
Así, algunas de las preguntas que nos toca hacernos hoy son: ¿qué se ha puesto al descubierto en estos tres meses desde que se instaló la crisis?; de ello, ¿qué ha sido explorado sistemáticamente por los actores en pugna y qué ha sido marginado al “humo”?
Muy brevemente, podríamos afirmar que, por lo que se hizo público en los últimos 100 días, la sociedad tiene elementos en sus manos arribar a algunas conclusiones:
- El grupo que desde hace cinco años está en el poder tiene un proyecto de gobierno que, antes de todo, es eminentemente político, y que se ha construido sobre dos pilares fundamentales: el amparo de grandes grupos económicos, quienes les confían la responsabilidad de defender sus intereses; y la articulación de un gran aparato clientelar, con el cual copta y logra coordinar una amplia red de organizaciones sociales, a través de las cuales intenta conferirle un disfraz “popular” a su proyecto.
- Desde las entidades agrarias, lo que se está defendiendo por encima de todo son los intereses de los propietarios de tierras, sobre todo de los medianos y grandes, quienes se verían más afectados por las retenciones. Es decir, lo que realmente pesa en el conflicto no son los intereses de los pequeños campesinos, mucho menos de los peones, la mayoría trabajando en negro y cobrando míseros salarios. ¿O es que alguien escuchó desde “el campo” la noble consigna de la “reforma agraria”?
- Los grandes grupos financieros que controlan los principales medios de comunicación del país (escritos, televisivos, radiales e informáticos) han demostrado una vez más que su principal rol consiste en articular las relaciones de poder en la sociedad, papel que desempeñan -por supuesto- en defensa de sus propios intereses. Claro está que hay dinámicas propias a una sociedad con alguna libertad de expresión y prensa que les exige a los grandes medios publicar no sólo exactamente lo que les interesa, por varios motivos. Sin embargo, los principales temas de la agenda política, la gravedad de una crisis, y los actores que pueden o no compartir los despojos de ella, los definen ellos.
Seamos concretos: para nosotros, cristianos y cristianas, ¿hay crisis más grave que el hambre que afecta a nuestros hermanos y hermanas más pobres, con quienes diariamente nos encontramos en las calles de las grandes ciudades y en los comedores de nuestras parroquias? ¿Hay algo más grave que el hecho de tener “congelados” hace más de cinco años el valor de los planes sociales dirigidos a los más pobres, los cuales ya no alcanzan para cubrir sus mínimas necesidades básicas, como nos señala el grito de nuestros hermanos y hermanas de La Puna Jujeña? ¿Hay algo que provoque más bronca que el porcentaje de la brecha de pobreza en este país (57,1%) y constatar que es más alto que en 2002? Pero claro, todo eso como dijimos, se mantiene bajo el humo…
Creemos que éste es un rostro de la crisis que la opción por los pobres nos reclama mostrar y que el compromiso con el Evangelio nos exige denunciar.
Desde nuestra responsabilidad pastoral, se nos requiere estar atentos/as a los murmullos de descontento que se van manifestando entre los/as integrantes de nuestras comunidades, y estamos invitados/as a utilizar los espacios de reflexión y acción pastoral que nos fueron confiados para facilitar dinámicas de debate sobre las problemáticas mencionadas, que configuran la situación de crisis que el país vive actualmente.
Que el Dios de la vida nos conceda la gracia de permanecer siempre abiertos a las manifestaciones de su Espíritu, nos libre de la ingenuidad en estos tiempos críticos, y nos ayude a hacer resonar con más fuerza los reclamos de los excluidos y a desenmascarar los verdaderos intereses por detrás de la crisis actual.

Valeria Álvarez
Rafael Atuati
Fernando Guzmán

Integrantes de la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación
Misioneros Claretianos
Parroquia Inmaculado Corazón de María – Constitución – Ciudad de Buenos Aires

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